No hay que irse muy lejos ni tampoco soñar con imposibles. Para disfrutar de una cama de agua, un columpio erótico o los más novedosos modelos de vibradores del mercado, basta con reservar habitación en un hotel del sexo en la capital.
Para que luego digan que son invenciones de la publicidad o del Marketing. No. Estamos ante la viva imagen de lo que vale una fantasía, un sueño o un capricho por cumplir, pero de origen erótico, claramente pasional y excitantemente carnal. Y no sólo de una pareja, sino de un grupo.
Si quieres celebrar un cumpleaños, una despedida de soltera o de soltero o sencillamente quieres cumplir los deseos que te dicta tu libido, no te prives de un fin de semana en uno de estos hoteles con licencia para copular.
Se implantaron hace años y tímidamente han ido ganando clientes adeptos que cumplen muy bien el boca a boca, se hacen notar en las redes sociales y ofrecen sus servicios mediante aplicaciones de móvil. Cumplen con algunas características del lujo pero hacen hincapié en las necesidades más íntimas de las parejas, esas que por cuestiones decorativas o familiares no entran en su equipamiento de vivienda habitual.
Jacuzzi, Spa y carta de juguetes eróticos son algunos de los servicios e instalaciones de estos hoteles del amor, que así se les llama también para entrar en lo políticamente correcto. Y ¿Quiénes son los clientes habituales? Es fácil adivinar que las parejas jóvenes buscando nuevas experiencias, parejas no tan jóvenes revitalizando su libido que comienzan a perder, el cónyuge de cada una de las parejas antes mencionadas pero haciendo el intercambio y grupos de parejas con la ilusión de proporcionarse raciones extra de morbo. Y sin lugar a dudas, los ardientes infieles teniendo aventuras.
Porque el entorno también importa y mucho. Por eso, cuando la rutina llama a tu puerta, alquilas una habitación en un hotel del sexo y al menos cambias la visión de la decoración de las paredes.
Y lo más atrayente de todo, a juicio de las parejas que disfrutan sus servicios, es que el check-in puede hacerse desde el coche aún en el garaje, sin necesidad de enfrentarse a un mostrador de hotel donde evidenciar el posible carácter promiscuo de la cita. Y la cara de alguien que no les mira directamente a los ojos, o eso creen ellos, ni les esboza un hilillo por toda sonrisa. Eso es lo que más excita, o eso pensamos algunos.